Sabemos que en México hay muchos pueblos que aún mantienen tradiciones y creencias antiguas, y eso no siempre es positivo, hay veces en las que eso resulta en caos.
Recientemente en Oaxaca volvió a surgir un conflicto agrario de hace muchos años, mismo que enfrenta a las comunidades de Tlaxiaco, Santa Catarina Yosonotú, Santa Lucía Monteverde y Atatlahuaca.
Y el tema está en que en esa región del país las comunidades se rigen por usos y costumbres, lo que significa que tienen un gobierno alterno al que rigen las leyes nacionales y no admiten intervención externa.
El resultado de todo esto son varios muertos y heridos en los últimos meses, debido a que los pobladores han tomado las armas para defenderse e incluso ha tenido que intervenir la Guardia Nacional para evitar que la violencia se desborde.

Y a propósito de este tema, me encontré una declaración de Alberto Esteva, actual alcalde de Álvaro Obregón, en la Ciudad de México, que siendo originario de Oaxaca habló de este mismo conflicto y pidió al gobernador del estado intervenir a fin de evitar más violencia que cueste vidas.
Él mismo mencionó que los habitantes de estas comunidades viven con miedo, ya que los enfrentamientos armados se dan a todas horas del día y la población teme salir a la calle por lo mismo.
Este tema de los usos y costumbres es muy delicado en México, debido a que aún hay muchas regiones que son celosas de su cultura autóctona y no permiten que se infiltre el gobierno en sus decisiones, lo que elimina los límites entre lo que se puede hacer y lo que no según la ley, incluyendo el uso de las armas.
Es lo mismo que pasó en Michoacán con los grupos de autodefensas, personas de municipios que se armaron para defenderse del crimen organizado, pero luego ya no dejaron entrar tampoco a las autoridades y se convirtieron ellas mismas en la delincuencia con el uso de la violencia.
¿Hasta qué punto debería el gobierno respetar los usos y costumbres de los pueblos, sin que eso signifique romper la ley?